La habitación de al lado‘ supone una emocionante y contundente lección por parte de Almodóvar sobre como comportarse ante la muerte. Una lección que es también, por tanto, un ejercicio de reflexión sobre como comportarse ante la vida.

El film es un nuevo punto álgido en la etapa de depuración y madurez creativa en la que se encuentra el manchego desde hace unos pocos años con sus últimos films. Almodóvar se muestra así bastante contenido respecto a las emociones de sus personajes, en un drama conciso y muy sobrio con una perspectiva bastante natural y humana acerca de un tema tan profundo como es la muerte.

Un acercamiento que evita todo tipo de sensiblería barata que emociona desde lo humano y desde la preciosa relación de sus dos protagonistas.

Tilda y Julianne son, sin duda, lo mejor de la película y la relación entre ellas es algo casi mágico que denota un magistral ejercicio de construcción de personajes y de dirección de actrices. Tilda Swinton está realmente soberbia en su papel de enferma terminal, de presencia a ratos fantasmagórica, que afronta su muerte de una forma tan pragmática que casi asusta.

Por su parte, Julianne Moore, no menos magnífica, aporta el lado más humano y emocional del film y es con ella con la que el espectador se queda y viaja a lo largo de toda la trama. Las dos primeras chicas Almodóvar angloparlantes nos regalan dos de las interpretaciones más memorables del cine más reciente del director.

Asimismo, es de celebrar que a pesar de encontrarse en una etapa de contención y de sobriedad estilística, el cineasta no haya abandonado el carácter combativo que siempre ha caracterizado su cine, con un compromiso férreo con la realidad del momento.

Lo que en ‘Madres paralelas‘, su anterior film, podría pecar por momentos de excesivo subrayado y exposición, aquí aparece también puntualmente, aunque mejor camuflado en el personaje de John Turturro.

Un hombre profundamente pesimista y desencantado con el mundo actual a través del cual el propio cineasta cuela muchas de sus preocupaciones acerca de la sociedad contemporánea en un monólogo que emana, como nos tiene acostumbrados, cierto artificio deliberado.

Este ejemplo puntual sirve para remarcar que, por mucho que estemos ante la primera película de Almodóvar rodada en inglés, los diálogos no pierden un ápice de su característico e icónico sello personal. Al igual que sucede con la excelente música original de un Alberto Iglesias que una vez más logra entender como pocos el tono del cineasta.

 

 

La película, eso sí, tiene alguna que otra imperfección. Tarda en arrancar y se siente quizás un tanto lastrada por la sucesión de flashbacks iniciales que cargan con demasiada información la trama en un primer momento. Pero en cuanto despega, la película no te suelta y te lleva de la mano junto a sus dos protagonistas.

Una película que también puede entenderse como una especie de extensión a nivel temático de las inquietudes tratadas por Almodóvar en ‘Dolor y Gloria, su última gran obra maestra hasta el momento y su film más puramente autobiográfico.

Dicho esto, en definitiva, estamos ante un nuevo punto álgido de madurez en la carrera de un autor tan excelso como Almodóvar, que se atreve a tratar un tema tan absurdamente polémico como la eutanasia y la muerte digna, por medio de una emocionante y muy natural lección de vida, con dos actrices maravillosas.

Almodóvar hace que hablar de la muerte sea sencillo.