Siguiendo la tónica que lleva poblando el cine comercial en los últimos años, nos llega la última de esas secuelas tardías. En este caso, hablamos de la continuación de un éxito absoluto como es ‘Gladiator‘.
Aunque apenas tenía expectativas con esta continuación, ‘Gladiator II‘ me ha decepcionado bastante. En primer lugar, estamos ante un film al que no parecen importarle demasiado sus personajes, sacrificando su construcción y su entidad en pos del espectáculo y la épica. Aspectos que solo consigue en un par de momentos puntuales del relato.
La película vive constantemente del recuerdo de la primera, aunque intentando apostar por una mayor dimensión épica. Pero resulta ser al final un simple conjunto de distintas secuencias de acción en las que Ridley Scott apuesta por el más es más. Eso sí, con varias escenas de ridículos diálogos de relleno que tratan de justificar un guion que ni siquiera es que sea ya un calco de la primera película , sino que es que en ocasiones tampoco parece querer ir a ningún lado interesante o sorprendente.
Los diálogos tratan de ser igual de épicos y de recoger frases tan icónicas y poéticas como las de la primera entrega, pero se quedan en simples réplicas insulsas, siendo muchos de ellos además bastante sonrojantes.
El reparto de la película no podría estar más desaprovechado. Paul Mescal no sabe ni dónde está durante gran parte de la película y quizás un papel de estas dimensiones le haya venido grande al actor. A pesar de contar con una potente historia de fondo. Menos mal que los que hemos visto ‘Aftersun‘, ‘Desconocidos‘ y ‘Normal People‘ sabemos que Mescal es un gran actor, porque si dependiera de esta película…
Lo de Pedro Pascal, vista la película, parece más una estrategia comercial y de venta que otra cosa, ya que su personaje apenas hace algo útil en la trama y te quedas con ganas de más. Los dos emperadores que hacen las veces de villanos apenas logran tener carisma, a pesar de un inspirado Joseph Quinn.
El personaje de Connie Nielsen, el único femenino con algo de presencia, vaga sin rumbo fijo por la película y su razón de ser es básicamente la de servir de nexo de unión con el primer film.
El único que realmente consigue levantar la película es Denzel Washington, cuya interpretación es de lejos la más convincente de todo el reparto. Aunque como sucede con el resto de personajes la película desaprovecha todo su potencial, a pesar de servir como eficaz alivio cómico en muchas escenas. El actor es el único que parece estar pasándoselo realmente bien en la película.
Evidentemente nadie le pedía a esta película rigor histórico, ni que superase a la primera entrega, uno de los péplums modernos más importantes y épicos de la Historia del Cine. Pero al menos contaba con que tuviera cierta estructura narrativa coherente y que, al menos, no estuviera constantemente apoyándose en el legado de la primera entrega como única razón de ser, sin aportar algo realmente original o distintivo con respecto a esta.
Sus atrevidos saltos de fe históricos (sí, hablo sobre todo de los tiburones) más allá del primer impacto, casi rozan lo camp y la comedia involuntaria.
Aunque su visionado tampoco resulte demasiado farragoso en general, no es que sea tampoco una película particularmente entretenida que te tenga pegado al asiento. De hecho el ritmo se ve poderosamente lastrado en muchos momentos por la constante sucesión de flashbacks, que son en realidad insertos demasiado frecuentes y a veces inconexos de las escenas más icónicas de la primera entrega.
Como si Ridley Scott temiera realmente que el público se olvidase de esta primera película y tuviera que recordarle cada cinco minutos de dónde viene todo (ya sea por flashbacks o por diálogos).
En definitiva, una decepción bastante mayúscula que, si bien no esperaba desde luego que superase a su predecesora, ha resultado ser mucho más caótica y ridícula de lo esperado. Apenas se salvan dos o tres secuencias muy bien resueltas y la grandiosa interpretación de Denzel Washington, que evita (por los pelos) que esta secuela caiga en el suspenso.
Un auténtico circo (romano).
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